lunes, 11 de julio de 2011

Yo no me callo más



Yo no me callo más

Publicado el 9 de Julio de 2011

Por Lic. Raúl Ernesto Valobra

Muchas veces nos quedamos callados. Muchas veces yo, por una sencilla cuestión de respeto, me quedé callado. Callado ante los ataques injustificados de los que acometen contra el modelo, sus logros y las personas que son el emblema sobre el que se sostiene. Algún tiempo guardamos silencio ante esas feroces acusaciones por parte de quienes resultan funcionales, inconscientes o conscientes, a lo peor de este país, que se tragó en su indolente trayectoria –bicentenaria– el futuro digno de generaciones enteras, sin un gesto siquiera de dolor. Aunque el silencio no siempre signifique falta de argumentos, creo que optamos por permitir que la gestión de gobierno, a través de sus obras, se convierta en nuestro mejor elemento para la refutación, evitando entrar en disputas desgastantes frente a una oposición, amorfa e inconsistente que subsiste a fuerza de entelequias, mutando de acuerdo a las circunstancias bajo el escudo del monopolio, el más devastador y perverso para los intereses de la patria. Tampoco quiero que nos atraviese esa intolerancia que es tan palpable en ellos, esa que les impide reconocer los logros que estos últimos y hermosos ocho años se consiguieron, profundizando la distribución de la riqueza, el acceso a la educación, la posibilidad de sobrellevar la tercera edad desde el amparo social de una pensión que garantice la inclusión. No quiero padecer esa ceguera que se nutre del odio y del resentimiento, a tal punto que desvirtúa todo lo que emana desde este proyecto político que, además, es sometido cada dos años al plebiscito del voto popular. Celebro que en los alcances de la República existan fuerzas que conlleven distintas ideologías y distintas concepciones políticas. Sobre esa matriz se sustenta la base de una República: sobre la pluralidad, la diversidad, la disputa de modelos y de sistemas. Pero claro, siempre que todos pretendan o persigan la misma finalidad: el engrandecimiento de la Patria. Fuera de esa consigna, no existe paralelismo ni simetría posible donde se pueda establecer un debate, con vendepatrias no se debate se combate. Escucho con respeto a quienes piensan la política y la economía de otra manera, y aclaro que estoy convencido de que la política es el método de aplicación de la economía. Esa economía que, para algunos debiera seguir preservando los privilegios acumulados desde la creación del virreinato, tan impregnados con ese fétido aliento a injusticias; para otros, la economía debe estar al servicio del hombre y del desarrollo de sus potencialidades, adquiriendo un carácter reparador de las desigualdades que se producen en el seno de la sociedad, a través de la decisión política. Nadie, en uso cabal de la conciencia puede adscribir a la aplicación social de la teoría de Darwin, que significaría la eliminación de quienes son los necesitados, que deben ser asistidos por el Estado y protegidos desde las herramientas que le dan forma. No me callo más, siento pena por los indolentes que no pueden dejar sus banderas obsoletas para hacer flamear estas, las que mejor interpretan la realidad de hoy, en la que cada sector, garantizando la convivencia, manifiesta las necesidades de su espacio; otros, sin embargo, lo hacen en detrimento del conjunto y sin que les importe otra lógica que la de su bienestar. Desde el voto; desde la abstinencia al consumo de la porquería hegemónica que intenta socavar los cimientos de este Proyecto Nacional y Popular con cada noticia pergeñada con tal propósito; desde la militancia, en cualquier partido que defienda a la República y sus principios; desde la participación en las instituciones; desde todos lados levantemos nuestras banderas y luchemos por la continuidad del proyecto, y hagámoslo público, gritemos verdades, que son las que nos han permitido soñar con un futuro mejor, esperanzador, lejos del que nos ofrecieron los representantes de los intereses extranjeros que reformulados, reciclados y mutados regresan con disfraces democráticos para imponer la malicia que los empuja. Lamento que los ciegos no puedan ver y que los necios no quieran ver; para qué asistir a una nueva enumeración de logros y conquistas que cuelgan como pergaminos sobre la gestión, la calle está llena de ejemplos, la memoria está colmada de ejemplos. pero por si acaso alguno se siente con derecho a denostar al gobierno no dudemos en responder, demasiado hemos respetado las agresiones infundadas de los resentidos de siempre, digamos basta. Yo no me callo más.


PD:Esta carta de lectores se publico en Tiempo argentino y me hubiese gustado ser el autor.

Aquí el enlace: Yo no me callo mas

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