Capitán:
Jamás me imagine tener que estar
presente en su fusilamiento (ba! en realidad lo podría haber sospechado por
aquel frustrado proyecto en donde fuimos a parar de culo al barro en donde usted
parecía que solo quería que llevemos adelante solo sus planes de ataque y nada
más. Claro que esa vez yo me retire, cobardemente, sin refutar su actitud. O
por todos esos rumores que llegaban de usted de las siete explosiones en el
laboratorio de armas especiales. Pero por suerte los tiempos que corren nos han
enseñado, no a todos, a no andar creyendo todo lo que se dice por ahí. También
pensaba que todo eso podía haber quedado atrás.), pero como usted sabrá, quien
comete omisión también es cómplice. Así que prepárese.
Qué? Llorar? No llore capitán! Al menos
no lo haga para que lo vean. Eso es andar mendigando lastima. Levante la vista
y no sea cobarde. En todo caso en estos últimos momentos que le quedan, antes
de la verdad, debería replantearse el por qué de tantas batallas perdidas. Yo
lo hago. Es muy bueno. Créame.
Recuerdo cuando en teniente Martínez llamo pidiendo refuerzos por que
usted se quería retirar del campo de batalla sin haber siquiera disparado un
solo tiro. Así no se gana ninguna batalla capitán. Más todavía cuando usted
mismo se encargaba de contar lo mal estratega que era Martínez! Como pensaba
ganar la guerra si no confiaba ni en sus propios camaradas?
Y allá fuimos a ayudar a cavar trincheras a contra reloj, digo fuimos por esa maldita costumbre que
tengo de hablar en plural y que a usted tan nervioso lo pone, pero en ese
momento yo no era de los que las se animaba a cruzar las líneas enemigas,
mientras que otros compañeros heroicamente lo hacían y por solo el valor de
hacerlo. Que le parece eso? Hacerlo por hacerlo. Ir por ir.
Y se presento batalla. Se acuerda del bautismo de fuego? Se acuerda? Que
nos habíamos quedado sin véngalas y que usted daba esa batalla por perdida? Se
acuerda? Y que el soldado Marcos cruzando todos los peligros de la noche las
trajo y el enemigo fue derrotado? No se acuerda no?
Y así ganamos muchas batallas. Pero claro, no nos olvidemos que los
planes generales los diseñaban usted, Martínez y las tenientes. Y mientras
usted se dedicaba a difamar a Martínez los soldados cavaban y cavaban
trincheras todo el santo día y no podían decir ni mu.
Hasta que los planos se perdieron, las municiones no llegaban y toda la
misión estuvo en riesgo y se convocó a las milicias. Y ahí entramos todos. Y
ahí ya no hubo rangos ni ristras ni nada. Éramos el Batallón 13 de Milicianos
de a Pie. Se pusieron las fichas sobre la mesa y se planeo todo de nuevo. Y ahí
fuimos otra vez y volvimos a ganar más batallas. Pero usted parece que anhelaba
su puesto de capitán y su deseo de dar órdenes. Si hubiese llegado a entender
eso! Pero no. Fue en vano el intento de reglamentar la horizontalidad de la
tropa, transmitir los beneficios de lo plural y la fuerza de lo colectivo. No
se pudo. Y en su intento de reestructurar la vieja oligarquía verticalista
arrastro a la locura y al destierro en la lejana Siberia al pobre soldado
Pedro, que seguramente lo respeta y que todos veíamos como usted lo dejaba ir
al frente sabiendo que iba con balas de salva… Y ahora se lo oye gritar en la
lejanía loco e incoherente. Pobre Pedro. O las soldados Mery, Pegui y Betti que
no soportaron las frías noches de incertidumbre y decidieron volver al
continente.
Después llego la situación de la bomba enemiga, en donde todos estuvimos
con usted y lo cubrimos mientras pedía asistencia terrestre. Pero usted volvió
a su vieja costumbre de entender que todo pasa por usted, olvidado del arte de
la política y la negociación, y dando al enemigo un lugar por donde entrar. Y
ahora con los milicianos diezmados y cansados, incluso fuimos asistidos y
cobijados por otros batallones, batallones a los cuales usted mismo también se
encargo de difamar, usted viene desesperado pidiendo que la pluralidad responda
por la singularidad. Muy extraño capitán. Muy extraño.
Tampoco pude menos que dejar de manejar ese loco helicóptero que solo
usted y yo entendíamos, al oírlo acusarme de alta traición a la Patria delante
de muchos milicianos. Claro que usted después dijo que no, que no era así y que
esto y que aquello. Helicóptero en el cual lo tuve que atajar cuando un día en
uno de sus berrinches anarquistas empezó a despotricar contra la comandante en
jefe. Se acuerda? La cinta está en la caja negra que fue rescatada de la nave
antes de caer. Eso es tener doble discurso capitán y a las pruebas me remito.
Entonces llego el día de la batalla final, y créame que no podía creer
verlo a usted pedir que se destruyeran todas las armas y nos entregáramos por
que usted, y uno o dos más, la
consideraban una batalla perdida. Romper las armas que tanto esfuerzo nos había
costado conseguir. Le explicamos que podíamos hacer un foco revolucionario en
otro lado y seguir la lucha, pero no, usted insistía en que nos entreguemos con
las manos arriba. Y no solo eso! Hasta nos llego a confesar sus intenciones de
continuar con el solo fin de sabotear la revolución. Eso como se llama? No
podíamos creer semejante cosa y semejante torpeza, (por suerte el
radiotransmisor había quedado abierto y la cinta de seguridad registro todo). Y
entonces le dijimos que no. Que jamás nos entregaríamos, que si teníamos que
cavar nuevas trincheras en otros lugares lo haríamos, que jamás volveríamos a
caer en el verticalismo, que no seriamos tan cobardes de dedicarnos a maldecir
a quienes no comparten nuestras ideas y que nunca, pero nunca, nunca dejaríamos
de perseguir a los traidores del movimiento de los locos milicianos de la
calle.
PD: Seguramente me estoy olvidando muchas, pero muchas
cosas, así que espero que esta ida y vuelta de correspondencia no termine aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario